“Siempre hay gente en Las Vegas, ¿verdad?”, es una pregunta común cuando vives en Las Vegas, una ciudad que ha perfeccionado la intemporalidad. Venir aquí es acceder a perder la noción de los días y horas, casi voluntariamente. Un martes en Las Vegas puede ser mil veces más movido y especial que los mejores sábados en tu ciudad natal. Cualquier hora puede ser las 12 del día. Cualquier hora es buena hora para despertar. Cualquier hora es buena hora para beber o comer. Cualquier hora puede seguir siendo esa hora durante horas.
Por semanas el mundo entero ha padecido entre otras cosas de esa perdida de noción. Los días siguen siendo lunes o jueves, pero carecen de sus costumbres intrínsecas.
Y sí, “normalmente” siempre hay gente en sus calles. Es de esas ciudades que no duermen ni descansan. Una ciudad atiborrada, barroca, donde exagerar es un reto diario la mayoría de las veces superado.
Hoy es un esqueleto monumental, apagado, estático. Quizá lo más impresionante al caminar por el tradicional Las Vegas Boulevard sea el silencio y la quietud, pues los opuestos son constantemente motivados y procurados. Movimiento constante y escandaloso. “Normalmente” caminas volteando a todas partes y en cada esquina hay algo que te sorprende. Hoy es la falta de eso, la ausencia, una solemnidad opuesta.
Lo que a mí me asombra hoy es vivir esta época de supra información. Hay casi un exceso de canales para comunicar, para investigar, para acceder y conocer. Sin embargo, la información existente no conlleva el valor de la verdad. La cantidad de mensajes es abrumadora, pero más lo es la falta de investigación, profesionalismo, sentido común. Hoy en día es necesario e imprescindible decir algo, tanto los medios como cada individuo. Publicar en tus redes es una droga exitosa. Todos saben la verdad, todos deben comunicarla, refutarla, comentarla.